El diagnóstico de altas capacidades en adultos sigue siendo una asignatura pendiente en muchas ocasiones. A menudo, este diagnóstico llega demasiado tarde o, en algunos casos, nunca se produce, dejando a estas personas con una sensación de incomodidad emocional, incomprensión y desconexión consigo mismas y con su entorno. El proceso de reconocerse, de entenderse como lo que realmente son, se convierte en un desafío profundo, pero también en una oportunidad de crecimiento personal. Reconocer las altas capacidades no solo implica un diagnóstico, sino una comprensión completa de las implicaciones emocionales y sociales de vivir con ellas.

Motivos de un diagnóstico tardío o la falta de diagnóstico

La principal razón por la que muchos adultos con altas capacidades no son diagnosticados a tiempo radica en la invisibilidad de estas habilidades en su juventud. A menudo, las altas capacidades no se ajustan a la imagen tradicional de la “superdotación”. Las personas con estas características pueden no destacar en los exámenes académicos, o sus talentos pueden estar camuflados por otros rasgos como una notable creatividad, sensibilidad o una capacidad única para pensar de forma no convencional. Estos aspectos no siempre son fácilmente identificables o valorados en los entornos educativos tradicionales. Además, las altas capacidades pueden manifestarse de maneras sutiles, que no se perciben como excepcionales, y, por lo tanto, no son reconocidas como tales.

En muchos casos, el entorno escolar y social no está preparado para identificar y apoyar adecuadamente a estas personas. Los educadores pueden carecer de la formación específica para detectar y fomentar estos talentos, por lo que, en lugar de ser reconocidos como individuos con necesidades específicas, los adultos con altas capacidades pueden ser simplemente vistos como “buenos estudiantes” o, aún más, como personas con un potencial no aprovechado. Es importante señalar que, incluso aquellos que han logrado ciertos éxitos académicos o profesionales, pueden no haber sido conscientes de que su forma de aprender o de pensar era diferente, y por tanto, no recibieron el apoyo adecuado.

Otro factor determinante en el diagnóstico tardío es la tendencia de muchas personas con altas capacidades a ocultar su talento. Esta “ocultación del talento” es particularmente frecuente en aquellos que han experimentado experiencias de rechazo o aislamiento en su infancia. El miedo al rechazo y la necesidad de encajar socialmente puede llevar a estas personas a enmascarar sus habilidades, adaptándose a los estereotipos y expectativas sociales, sin mostrar abiertamente su verdadero potencial. Este fenómeno se convierte en un mecanismo de protección ante un mundo que puede percibirlos como “diferentes”.

Consecuencias de un diagnóstico tardío

El impacto emocional de un diagnóstico tardío es profundo. Por un lado, se experimenta una sensación de alivio al entender las razones detrás de las dificultades vividas, pero, por otro, surge una frustración porque se toma conciencia de que, durante años, se ha vivido de una manera que no permitía desplegar todo el potencial. Las emociones contradictorias, entre la liberación por el autoconocimiento y el arrepentimiento por lo no logrado, pueden ser difíciles de gestionar sin un acompañamiento adecuado. Sin el apoyo correcto, este proceso puede generar sentimientos de incomodidad y frustración.

A nivel profesional, la falta de diagnóstico puede llevar a una falta de reconocimiento y a la desmotivación. Los adultos con altas capacidades suelen sentir que no se les desafía lo suficiente, lo que puede afectar su desempeño y satisfacción en el trabajo. Sin oportunidades para desplegar todo su potencial, se sienten atrapados en roles que no les permiten crecer, lo que a su vez incrementa su insatisfacción y su deseo de encontrar un entorno donde puedan ser reconocidos y estimulados adecuadamente.

En lo social y emocional, el diagnóstico tardío puede provocar sentimientos de desconexión. Al no haber sido reconocidos como personas con una percepción y formas de relacionarse con el mundo diferentes, pueden sentirse alienados y, en algunos casos, experimentar dificultades para establecer relaciones interpersonales profundas y satisfactorias. La falta de un diagnóstico temprano puede haberles llevado a internalizar un sentimiento de “diferencia” que es difícil de superar sin el marco adecuado de comprensión y apoyo.

El poder del diagnóstico: hacia el reconocimiento

Es fundamental entender que un diagnóstico de altas capacidades, aunque tardío, puede ser el primer paso hacia la aceptación y el autoconocimiento. No solo ofrece respuestas a las dificultades vividas, sino que abre la puerta a nuevas posibilidades, tanto en el ámbito personal como profesional. La clave está en cómo se asume ese diagnóstico y se trabaja en el desarrollo emocional y social de quienes lo reciben, permitiéndoles reconocer y desplegar todo su potencial.

Un diagnóstico tardío o la falta de diagnóstico en adultos con altas capacidades puede tener un impacto significativo en su bienestar emocional, su integración social y su desarrollo profesional. Reconocerse, comprenderse y desplegarse, lejos de ser un proceso inmediato, es una labor continua que requiere del acompañamiento adecuado, la empatía y el entendimiento profundo de las experiencias vividas.