Adultos con Altas Capacidades. Un enfoque integral de lo cognitivo y lo socioemocional

Adultos con Altas Capacidades. Un enfoque integral de lo cognitivo y lo socioemocional

Las personas con altas capacidades son mucho más que un potencial de capacidades cognitivas singulares. Las Altas Capacidades representan una diversidad dentro de la diversidad que implica al tiempo una realidad emocional y socialmente compleja, cuyo manejo es clave para su bienestar. Este entrada en el Blog de Urdimbre Social pretende explorar las conexiones entre las dimensiones cognitivas y socioemocionales en los adultos con altas capacidades, y cómo estas interacciones influyen profundamente en su vida cotidiana.

Lo Cognitivo. Un reflejo de su potencial

Es habitual asociar las Altas Capacidades con la rapidez en el aprendizaje, el pensamiento crítico y la habilidad para resolver problemas complejos, así como con la capacidad de absorber información de forma eficiente, conectar ideas creativamente y reconocer patrones lógicos. Sin embargo, este potencial intelectual, que puede o no haberse desarrollado y manifestado, no siempre se percibe como una ventaja. La alta velocidad de procesamiento, el enfoque particular de su pensamiento y el constante deseo de aprender pueden convertirse en fuentes de limitaciones y bloqueos (puedes consultar más sobre este tema en las entradas sobre «Neurociencia de las Altas Capacidades» en esta sección del blog), generando en estos individuos una sensación de desconexión o incluso de incomprensión por parte de quienes los rodean.

A menudo, los adultos con altas capacidades se ven impulsados por una curiosidad insaciable y por el anhelo de explorar áreas de conocimiento que van más allá de lo convencional. Este deseo de crecimiento intelectual continuo, sumado a una fuerte capacidad para pensar de manera divergente, les permite afrontar retos con una perspectiva innovadora y única. Sin embargo, este impulso también puede generar una sensación de aislamiento, ya que encuentran poco común compartir estos intereses tan intensos y variados con otros.

Lo socioemocional. La dimensión esencial y a menudo invisibilizada

Con todo ello, el mundo emocional de las personas con Altas Capacidades es igualmente profundo y complejo. Estas personas experimentan una sensibilidad emocional mucho más intensa que la media, lo cual puede representar un desafío tanto a nivel interpersonal como psicológico. Dicha sensibilidad, frecuentemente considerada una ventaja en términos de empatía, les permite percibir las emociones de los demás con una claridad que, en ocasiones, resulta abrumadora.

Las relaciones interpersonales suelen ser una esfera especialmente complicada para los adultos con Altas Capacidades. Debido a su búsqueda de conexiones profundas y genuinas, las interacciones superficiales o triviales pueden resultar insatisfactorias e incluso desconcertantes. Esta necesidad de profundizar en los vínculos emocionales puede generar sentimientos de desconexión o alienación, especialmente cuando perciben que quienes los rodean no comparten la intensidad con la que ellos experimentan el mundo.

Este aislamiento emocional puede derivar en una sensación persistente de no encajar. Aunque los adultos con Altas Capacidades puedan estar rodeados de personas, a menudo experimentan un vacío emocional que dificulta su bienestar. La percepción de ser diferentes, no solo por sus capacidades cognitivas, sino también por su forma de interactuar emocionalmente, puede dar lugar a problemas como la ansiedad, la depresión o el estrés crónico.

La Relación entre lo cognitivo y lo socioemocional. Un desafío de equilibrio

El mayor desafío para las personas con Altas Capacidades radica en la interacción entre sus habilidades cognitivas y su mundo emocional. A menudo, la rapidez con la que procesan información y la profundidad de su análisis pueden provocar una sobrecarga emocional. Esta situación se intensifica cuando las emociones no se gestionan de manera adecuada, lo que puede dar lugar a un ciclo de pensamientos excesivos o rumiantes. La tendencia a sobreanalizar las situaciones se convierte así en un obstáculo significativo para alcanzar un equilibrio emocional saludable.

Por otro lado, su sensibilidad emocional, aunque valiosa, a menudo es percibida como un impedimento en un mundo que prioriza la racionalidad y la adaptabilidad social. Los adultos con Altas Capacidades pueden encontrar dificultades para adaptarse a las expectativas sociales, las normas de interacción o incluso para “encajar” en entornos que no reconocen ni valoran su complejidad. Este conflicto constante entre su mente y sus emociones puede generar tensiones internas que repercuten negativamente en su bienestar general.

El necesario enfoque integral es un camino hacia el bienestar

Para los adultos con Altas Capacidades, el bienestar no depende únicamente de reconocer sus habilidades cognitivas, sino también de atender sus necesidades emocionales. Es esencial crear espacios donde puedan expresar sus pensamientos y sentimientos sin temor al juicio ni a sentirse fuera de lugar. El apoyo emocional y la construcción de redes basadas en la comprensión mutua son pilares fundamentales para su desarrollo integral.

El camino hacia el bienestar para las personas con Altas Capacidades requiere un enfoque holístico que valore tanto su intelecto como su mundo emocional. Este enfoque debe proporcionar herramientas que permitan gestionar las emociones intensas y la carga cognitiva, promoviendo una mayor autorregulación emocional y una comunicación más empática. Con los recursos adecuados, es posible facilitar que estas personas construyan una vida plena, equilibrada y satisfactoria.

Las altas capacidades en adultos no son solo un reflejo de su potencial intelectual, sino también de su complejidad emocional y social. El equilibrio entre lo cognitivo y lo socioemocional es esencial para comprender su experiencia y apoyar su desarrollo integral. El reconocimiento de sus desafíos emocionales y sociales, junto con un enfoque que valore tanto su intelecto como su sensibilidad, puede marcar la diferencia en su bienestar. Estos adultos necesitan más que solo un entorno que aprecie su inteligencia; necesitan uno que también reconozca y apoye la riqueza de su vida emocional.

Adultos con Altas Capacidades.                                          De lo (auto)desconocido a lo comprendido. Reconociéndose. Desplegándose.

Adultos con Altas Capacidades. De lo (auto)desconocido a lo comprendido. Reconociéndose. Desplegándose.

El diagnóstico de altas capacidades en adultos sigue siendo una asignatura pendiente en muchas ocasiones. A menudo, este diagnóstico llega demasiado tarde o, en algunos casos, nunca se produce, dejando a estas personas con una sensación de incomodidad emocional, incomprensión y desconexión consigo mismas y con su entorno. El proceso de reconocerse, de entenderse como lo que realmente son, se convierte en un desafío profundo, pero también en una oportunidad de crecimiento personal. Reconocer las altas capacidades no solo implica un diagnóstico, sino una comprensión completa de las implicaciones emocionales y sociales de vivir con ellas.

Motivos de un diagnóstico tardío o la falta de diagnóstico

La principal razón por la que muchos adultos con altas capacidades no son diagnosticados a tiempo radica en la invisibilidad de estas habilidades en su juventud. A menudo, las altas capacidades no se ajustan a la imagen tradicional de la “superdotación”. Las personas con estas características pueden no destacar en los exámenes académicos, o sus talentos pueden estar camuflados por otros rasgos como una notable creatividad, sensibilidad o una capacidad única para pensar de forma no convencional. Estos aspectos no siempre son fácilmente identificables o valorados en los entornos educativos tradicionales. Además, las altas capacidades pueden manifestarse de maneras sutiles, que no se perciben como excepcionales, y, por lo tanto, no son reconocidas como tales.

En muchos casos, el entorno escolar y social no está preparado para identificar y apoyar adecuadamente a estas personas. Los educadores pueden carecer de la formación específica para detectar y fomentar estos talentos, por lo que, en lugar de ser reconocidos como individuos con necesidades específicas, los adultos con altas capacidades pueden ser simplemente vistos como “buenos estudiantes” o, aún más, como personas con un potencial no aprovechado. Es importante señalar que, incluso aquellos que han logrado ciertos éxitos académicos o profesionales, pueden no haber sido conscientes de que su forma de aprender o de pensar era diferente, y por tanto, no recibieron el apoyo adecuado.

Otro factor determinante en el diagnóstico tardío es la tendencia de muchas personas con altas capacidades a ocultar su talento. Esta “ocultación del talento” es particularmente frecuente en aquellos que han experimentado experiencias de rechazo o aislamiento en su infancia. El miedo al rechazo y la necesidad de encajar socialmente puede llevar a estas personas a enmascarar sus habilidades, adaptándose a los estereotipos y expectativas sociales, sin mostrar abiertamente su verdadero potencial. Este fenómeno se convierte en un mecanismo de protección ante un mundo que puede percibirlos como “diferentes”.

Consecuencias de un diagnóstico tardío

El impacto emocional de un diagnóstico tardío es profundo. Por un lado, se experimenta una sensación de alivio al entender las razones detrás de las dificultades vividas, pero, por otro, surge una frustración porque se toma conciencia de que, durante años, se ha vivido de una manera que no permitía desplegar todo el potencial. Las emociones contradictorias, entre la liberación por el autoconocimiento y el arrepentimiento por lo no logrado, pueden ser difíciles de gestionar sin un acompañamiento adecuado. Sin el apoyo correcto, este proceso puede generar sentimientos de incomodidad y frustración.

A nivel profesional, la falta de diagnóstico puede llevar a una falta de reconocimiento y a la desmotivación. Los adultos con altas capacidades suelen sentir que no se les desafía lo suficiente, lo que puede afectar su desempeño y satisfacción en el trabajo. Sin oportunidades para desplegar todo su potencial, se sienten atrapados en roles que no les permiten crecer, lo que a su vez incrementa su insatisfacción y su deseo de encontrar un entorno donde puedan ser reconocidos y estimulados adecuadamente.

En lo social y emocional, el diagnóstico tardío puede provocar sentimientos de desconexión. Al no haber sido reconocidos como personas con una percepción y formas de relacionarse con el mundo diferentes, pueden sentirse alienados y, en algunos casos, experimentar dificultades para establecer relaciones interpersonales profundas y satisfactorias. La falta de un diagnóstico temprano puede haberles llevado a internalizar un sentimiento de “diferencia” que es difícil de superar sin el marco adecuado de comprensión y apoyo.

El poder del diagnóstico: hacia el reconocimiento

Es fundamental entender que un diagnóstico de altas capacidades, aunque tardío, puede ser el primer paso hacia la aceptación y el autoconocimiento. No solo ofrece respuestas a las dificultades vividas, sino que abre la puerta a nuevas posibilidades, tanto en el ámbito personal como profesional. La clave está en cómo se asume ese diagnóstico y se trabaja en el desarrollo emocional y social de quienes lo reciben, permitiéndoles reconocer y desplegar todo su potencial.

Un diagnóstico tardío o la falta de diagnóstico en adultos con altas capacidades puede tener un impacto significativo en su bienestar emocional, su integración social y su desarrollo profesional. Reconocerse, comprenderse y desplegarse, lejos de ser un proceso inmediato, es una labor continua que requiere del acompañamiento adecuado, la empatía y el entendimiento profundo de las experiencias vividas.

Sagrados sociales y bienestar emocional ( y V)

Sagrados sociales y bienestar emocional ( y V)

Bienestar emocional, calidad de vida e inactividad laboral

La situación de desempleo genera en la persona un cambio a nivel social y personal. Es por esto que se considera necesario abordar este impacto psicosocial desde el proyecto E+ SÍSIFO. Las consecuencias psicológicas hacen referencia a aquellas conductas desadaptativas que pueden afectar el bienestar de la persona y su interacción con el medio. 

Autoconfianza. La autoconfianza es comprendida como las autoevaluaciones que hacen las personas sobre sí mismas y sobre lo que creen son capaces de hacer, siendo determinada o influenciada por experiencias pasadas. 

Las situaciones de inactividad laboral propicia sentimientos de inseguridad, culpa, fracaso e inutilidad que impactan directamente en su autoestima y la percepción que tiene sobre sí mismo (Buendía, 2010). 

Estrés. Neidhardt et al. (1989) definen el estrés como: “Un elevado nivel crónico de agitación mental y tensión corporal, superior al que la capacidad de la persona puede aguantar y que le produce angustia, enfermedades, o una mayor capacidad para superar esas situaciones”. 

Por tanto, el estrés incluye un patrón de reacciones emocionales, cognitivas, fisiológicas y comportamentales a distintas situaciones adversas a las que debe hacer frente el individuo a lo largo de su vida, caracterizadas por altos niveles de excitación y una frecuente respuesta de frustración al no lograr afrontarlos a causa del agotamiento que puede presentar el organismo para generar respuestas adaptativas.

Consecuencias patológicas. Estas consecuencias hacen referencia a las enfermedades o trastornos que son causados por algún detonante y que afectan a la persona disminuyendo su calidad de vida. 

Depresión. Para la Organización Mundial de la Salud (2019) la depresión es entendida como una situación que causa sentimiento de tristeza y pérdida de interés o placer en actividades que anteriormente se disfrutaban. Ha sido el trastorno que se ha presentado con mayor frecuencia en las personas desempleadas generando disminución de la motivación en la persona e inseguridades con respecto a sus capacidades para encontrar un futuro trabajo, afectando de esta manera su estabilidad emocional (Sánchez, 2017). 

Ansiedad. El DSM-5 describe a la ansiedad como aquella anticipación que hace la persona con respecto a un daño o desgracia futuros, acompañada de un sentimiento de síntomas somáticos como inquietud y tensión. 

Si bien, es importante comprender que la ansiedad es desencadenada por situaciones concretas, el estrés generalmente es provocado por cambios en la rutina (Carrillo, 2008).  Después de conocer los conceptos de estrés y ansiedad, se debe tener en cuenta que el desempleo es uno de los factores que desencadena mayor riesgo en cuanto al padecimiento de estrés y/o ansiedad, debido a la incertidumbre que genera el desconocimiento de lo que ocurrirá en el futuro y de no saber durante cuánto tiempo permanecerán desempleados (Rojo et al, 2014). 

Consecuencias sociales. Estas consecuencias afectan directamente el área social de la persona producto de alguna situación o circunstancia que esté experimentando, que para este caso sería el desempleo (Muñoz y Vanegas, 2013). 

Aislamiento social. Se define como la ausencia de interacción y contacto con otras personas que perjudica su integridad física y mental (Campo y Martínez, 2015). En este aspecto, se destaca el distanciamiento que puede llegar a tener la persona desempleada de sus redes sociales o de apoyo reduciendo sus interacciones sociales, en muchas ocasiones motivado por sentimientos de vergüenza debido a la carencia de recursos económicos (Kieselbach, 2004). 

Conductas violentas. La Organización Mundial de la Salud (2002) define la violencia como el uso intencional de la fuerza física en contra de sí mismo o de otras personas o grupos que tiene como consecuencia posibles daños psicológicos, lesiones físicas, abandono, alteraciones del desarrollo e inclusive la muerte. Por su parte, la violencia intrafamiliar (no necesariamente violencia estructural en virtud al género) hace referencia a aquellos actos violentos que son generadas por personas del núcleo familiar y dirigidas particularmente a los miembros más vulnerables como lo son los niños, mujeres y adultos mayores. 

La violencia ha sido uno de los factores más relevantes que se incluyen en el impacto psicosocial por causa del desempleo, se habla de aumento de violencia delictiva en personas con un nivel bajo de grado socioeconómico y escasas oportunidades laborales (Aparicio et al, 2016). 

De igual manera, estudios realizados por Barrientos et al (2013) han evidenciado que el desempleo puede llegar a desencadenar episodios de violencia en el hogar debido a la falta de ingresos económicos e incapacidad para solventar los gastos diarios. 

Consecuencias fisiológicas que afectan en gran medida la parte cognitiva y comportamental de las personas, llegando a producir distintas patologías en caso de que no sean abordadas a tiempo (Ávila, 2014). 

Somatización. El DSM-5 (2014) define la somatización como «un patrón crónico de conducta de enfermedad, con un estilo de vida caracterizado por numerosas consultas médicas y dificultades sociales secundarias». Cabe resaltar que estos síntomas corporales no tienen alguna causa orgánica que haya sido documentada y que cuando la situación de desempleo se extiende durante largos períodos de tiempo, se pueden presentar algunos síntomas como cefaleas, pérdida del apetito, mareos, problemas gastrointestinales, entre otros. 

Atención y asistencia médica. Según estudios realizados por Chávez (2014), el desempleo puede llegar a provocar en la persona la presencia de sintomatología somática haciendo más frecuente su asistencia en servicios médicos debido a que se aumenta la probabilidad de padecer alguna enfermedad gastrointestinal, cardiovascular, diabetes, entre otras por causa del sedentarismo o enfermedades asociadas al estrés.

Suicidio. Distintos estudios realizados por Aparicio et al (2016) han afirmado cierta relación significativa entre el suicidio y el desempleo, manifestando que el desempleo lleva a la persona a un estado de estrés, ansiedad y falta de confianza generado por su inestabilidad laboral y dificultad para satisfacer sus necesidades básicas por falta de dinero que puede terminar muchas veces en el suicidio.

Sagrados sociales y bienestar emocional (IV)

Sagrados sociales y bienestar emocional (IV)

De la autoestima y las relaciones sociales saludables al bienestar emocional

La autoestima se compone de tres elementos interrelacionados: cognitivo, afectivo y conductual. 

  • El componente cognitivo se refiere al conocimiento que tenemos de nosotros mismos, incluyendo nuestras ideas, opiniones, creencias y cómo procesamos la información. El autoconcepto y la autoimagen son parte fundamental de este componente, ya que influyen en nuestra forma de comportarnos.
  • El componente afectivo implica el sentimiento de valor que nos atribuimos y el grado en que nos aceptamos. Puede ser positivo o negativo, reflejando admiración por nuestras cualidades positivas o desprecio por nuestras características negativas. Es la respuesta emocional y sensible ante nuestras propias cualidades.
  • El componente conductual está relacionado con la acción y la decisión de comportarnos de cierta manera. Implica la autoafirmación y el esfuerzo por obtener respeto y reconocimiento tanto de los demás como de nosotros mismos.

Estos tres componentes interactúan entre sí y una modificación en uno puede afectar a los otros, mostrando la complejidad de la autoestima y su influencia en nuestros comportamientos y percepciones de nosotros mismos.

La atención emocional, definida como la capacidad de atender y entender respuestas emocionales, es crucial para reconocer y comprender nuestras propias emociones. La aceptación emocional, por otro lado, implica experimentar emociones sin intentar controlarlas, lo que influye en nuestra habilidad para regularlas. Las dificultades en la regulación emocional, como el rechazo emocional, la interferencia emocional en las metas, la impulsividad emocional y la falta de claridad emocional, están estrechamente vinculadas a la autoestima.

La baja autoestima se asocia con déficits significativos en la regulación emocional, lo que puede poner de manifiesto en comportamientos de riesgo (componente conductual). 

Expertos y expertas coinciden en que una autoestima sana se relaciona claramente con la salud mental y, en gran medida, con la salud física, siendo a su vez, promotora de conductas saludables.

Así como la autoestima se halla ligada a otros factores que determinan la calidad de vida de los individuos, tales como mejor aptitud para las relaciones sociales, capacidades individuales como capacidad de trabajo, tolerancia al estrés, rendimiento académico, etc. 

Si atendemos a un enfoque integral del bienestar debemos comprender el contexto social como las condiciones económicas, sociales y culturales en las que los individuos se desarrollan e interactúan. Esto incluye los grupos a los que pertenecen, la cultura en la que fueron educados, así como las personas e instituciones con las que interactúan regularmente, ya sea de manera personal o a través de medios de comunicación. Este entorno está compuesto tanto por elementos materiales, como la infraestructura y los servicios públicos, como por aspectos inmateriales, como las relaciones familiares, prácticas culturales y valores sociales.

Los lugares donde ocurren estas interacciones, como el hogar, los espacios de formación y trabajo, son cruciales para el bienestar físico y mental de las personas. A medida que la población envejece, se requieren ajustes en el entorno social para satisfacer las crecientes necesidades de los adultos mayores. Además, los elementos del entorno social pueden variar según la ubicación geográfica y la cultura, lo que influye en su importancia y relevancia para cada grupo humano.

La relación entre el entorno social y el bienestar emocional del adulto es de suma importancia, especialmente considerando las características propias de esta etapa de la vida. El entorno social juega un papel determinante en el apoyo y acompañamiento que se brinda a los adultos mayores durante el declive natural que experimentan en diversas áreas de su vida, como la capacidad física, el deterioro biológico y el declive cognitivo y emocional. En este sentido, un entorno social favorable puede contrarrestar estos aspectos negativos y permitir que los adultos mayores encuentren nuevas formas de potencial y bienestar emocional.

Por otro lado, la calidad de vida y el bienestar emocional están estrechamente relacionados.  El bienestar emocional puede entenderse como el componente subjetivo de la calidad de vida. 

Sagrados sociales y bienestar emocional (III)

Sagrados sociales y bienestar emocional (III)

Veníamos diciendo que lo sagrado estructura la sociedad y moviliza emocionalmente a los individuos hacia objetivos determinados que son percibidos como los centrales a conseguir y respecto a los que la vida cotidiana cobra un sentido. Es sagrado aquello que no se puede negar socialmente sin arriesgarse a ser excluido, y cualquier violación o duda, incluso a nivel mental (proceso cognitivo de la percepción y a la componente cognitiva de la emoción), constituye un sacrilegio.

Pero rescatemos el mapa conceptual que ya compartíamos en (I) para ilustrar esta idea:

Fuente de imagen: Urdimbre Social

Desde la perspectiva de los sagrados sociales, la construcción del bienestar emocional de los individuos está intrínsecamente ligada a la manera en que se perciben y se relacionan con las estructuras, valores y normas que la sociedad considera absolutos, y como consecuencias incuestionables e incontrovertibles. La fragmentación de los sagrados sociales incluye instituciones como la familia, el trabajo, la religión o el estado, así como ideologías y creencias arraigadas en la cultura dominante.

El sentido de pertenencia y la aceptación dentro de estas instituciones y creencias contribuyen a la sensación de seguridad emocional y estabilidad psicológica de los individuos. La internalización de los valores y normas sociales, y su conformidad con ellos, proporcionan una sensación de coherencia y significado en la vida de las personas, lo que se traduce en una mayor satisfacción y bienestar emocional.

Por otro lado, la ruptura o la falta de alineación con estos sagrados sociales pueden generar estrés, ansiedad y malestar emocional. La marginación o exclusión de ciertos grupos de la sociedad de estos sistemas sagrados puede llevar a sentimientos de desesperanza y desamparo. En resumen, la relación entre los sagrados sociales y el bienestar emocional de los individuos resaltan la importancia de la integración social y la conexión con las estructuras, valores y dinámicas fundamentales de la comunidad para promover la salud mental y el bienestar emocional.

En este proceso de construcción del bienestar emocional a través de los sagrados sociales, el autoconcepto y la autoestima juegan un papel crucial. La percepción que los individuos tienen de sí mismos, influenciada por su integración en las estructuras sociales y su conformidad con los valores dominantes, impacta directamente en su bienestar emocional. Un autoconcepto positivo, basado en una autoimagen ajustada y en la aceptación de uno mismo dentro de la sociedad, contribuye a una mayor satisfacción personal y emocional.

Por el contrario, un autoconcepto negativo, influenciado por la falta de integración o la discriminación dentro de los sagrados sociales, puede generar sentimientos de inseguridad, ansiedad y baja autoestima. En última instancia, el fortalecimiento del autoconcepto y la autoestima, en armonía con los sagrados sociales, promueve un mayor equilibrio emocional y bienestar general en los individuos.