La actitud… ¿qué es? ¿En qué consiste? ¿Cómo me afecta/ocupa/preocupa? ¿Qué significados puede tener? ¿Cómo se puede intervenir en ello y para qué? ¿Actitud buena-mala es sinónimo de saber-no saber estar? ¿Qué hay dentro de ese saber-no saber estar (miedo, motivación, respeto, tolerancia, interés, inquietud, aprendizaje…)? ¿A qué responde? ¿Qué efectos tiene lo actitudinal en lo académico/ en el aprendizaje/ en la persona?
Cuando reflexionamos y/o actuamos exclusivamente sobre la acción, basada en lo actitudinal, en nuestro alumnado, estamos perdiendo mucha información que nos podría facilitar el conocimiento de la persona: necesitamos el diálogo y la comunicación. Son estas piezas clave la guía para saber de dónde nace ese acto, es decir, a qué nivel de profundidad al respecto del iceberg neurológico de Robert Dilts (ver foto superior) se origina. Con ello, las preguntas que hagamos y las respuestas recibidas son el eje articulatorio de este planteamiento; y por otra parte, considerar que, a mayor nivel de profundidad, mayor complejidad, así como mayor posibilidad de trasformación en y para la persona. Llegamos a lo esencial: las emociones.
Apuntar asimismo que, previo a este proceso, hemos de autoanalizarnos para llegar a concienciarnos sobre qué es lo que consideramos que está bien/mal y, sobre todo, qué es lo que lo motiva: ¿es objetivación mía/cultural/ lo que se espera de mí? ¿Está motivado por mi necesidad de control de las situaciones?
Se pueden resolver dos enfoques de las situaciones derivadas de la actitud de nuestro alumnado: Lo que es / Lo que debería ser. El principio común que tienen ambas es que son un tipo de respuesta (o quizás reacción…qué lío!), sin más, ni buena ni mala; sin embargo, podemos estar limitando el aprendizaje que de ello se da: ¿cuál suele ser nuestra primera respuesta (o reacción, claro)? ¿En cuál de estas dos opciones nos situamos cuando experimentamos una actitud que nos molesta o desagrada? Si nos situamos en Lo que debería ser, nuestra respuesta probablemente se esté fijando en una situación no real, no existente o a la que no se ha llegado todavía («no tiene que comportarse así porque…» y añadimos los argumentos que veamos convenientes); sin embargo, posicionándonos desde Lo que es nuestra mirada se ajusta a la realidad, al aquí y ahora desde donde nuestro pensamiento, ejercitado y reflexionado desde el iceberg neurológico de Dilts, ofrecerá una versión tendente a la resolución positiva, al aprendizaje, al diálogo y comunicación con el alumnado.
Tal y como Robert Dilts nos invita (El poder de la palabra), hemos de explorar la intención oculta tras un comportamiento para separar «comportamiento» de «persona».