De la autoestima y las relaciones sociales saludables al bienestar emocional

La autoestima se compone de tres elementos interrelacionados: cognitivo, afectivo y conductual. 

  • El componente cognitivo se refiere al conocimiento que tenemos de nosotros mismos, incluyendo nuestras ideas, opiniones, creencias y cómo procesamos la información. El autoconcepto y la autoimagen son parte fundamental de este componente, ya que influyen en nuestra forma de comportarnos.
  • El componente afectivo implica el sentimiento de valor que nos atribuimos y el grado en que nos aceptamos. Puede ser positivo o negativo, reflejando admiración por nuestras cualidades positivas o desprecio por nuestras características negativas. Es la respuesta emocional y sensible ante nuestras propias cualidades.
  • El componente conductual está relacionado con la acción y la decisión de comportarnos de cierta manera. Implica la autoafirmación y el esfuerzo por obtener respeto y reconocimiento tanto de los demás como de nosotros mismos.

Estos tres componentes interactúan entre sí y una modificación en uno puede afectar a los otros, mostrando la complejidad de la autoestima y su influencia en nuestros comportamientos y percepciones de nosotros mismos.

La atención emocional, definida como la capacidad de atender y entender respuestas emocionales, es crucial para reconocer y comprender nuestras propias emociones. La aceptación emocional, por otro lado, implica experimentar emociones sin intentar controlarlas, lo que influye en nuestra habilidad para regularlas. Las dificultades en la regulación emocional, como el rechazo emocional, la interferencia emocional en las metas, la impulsividad emocional y la falta de claridad emocional, están estrechamente vinculadas a la autoestima.

La baja autoestima se asocia con déficits significativos en la regulación emocional, lo que puede poner de manifiesto en comportamientos de riesgo (componente conductual). 

Expertos y expertas coinciden en que una autoestima sana se relaciona claramente con la salud mental y, en gran medida, con la salud física, siendo a su vez, promotora de conductas saludables.

Así como la autoestima se halla ligada a otros factores que determinan la calidad de vida de los individuos, tales como mejor aptitud para las relaciones sociales, capacidades individuales como capacidad de trabajo, tolerancia al estrés, rendimiento académico, etc. 

Si atendemos a un enfoque integral del bienestar debemos comprender el contexto social como las condiciones económicas, sociales y culturales en las que los individuos se desarrollan e interactúan. Esto incluye los grupos a los que pertenecen, la cultura en la que fueron educados, así como las personas e instituciones con las que interactúan regularmente, ya sea de manera personal o a través de medios de comunicación. Este entorno está compuesto tanto por elementos materiales, como la infraestructura y los servicios públicos, como por aspectos inmateriales, como las relaciones familiares, prácticas culturales y valores sociales.

Los lugares donde ocurren estas interacciones, como el hogar, los espacios de formación y trabajo, son cruciales para el bienestar físico y mental de las personas. A medida que la población envejece, se requieren ajustes en el entorno social para satisfacer las crecientes necesidades de los adultos mayores. Además, los elementos del entorno social pueden variar según la ubicación geográfica y la cultura, lo que influye en su importancia y relevancia para cada grupo humano.

La relación entre el entorno social y el bienestar emocional del adulto es de suma importancia, especialmente considerando las características propias de esta etapa de la vida. El entorno social juega un papel determinante en el apoyo y acompañamiento que se brinda a los adultos mayores durante el declive natural que experimentan en diversas áreas de su vida, como la capacidad física, el deterioro biológico y el declive cognitivo y emocional. En este sentido, un entorno social favorable puede contrarrestar estos aspectos negativos y permitir que los adultos mayores encuentren nuevas formas de potencial y bienestar emocional.

Por otro lado, la calidad de vida y el bienestar emocional están estrechamente relacionados.  El bienestar emocional puede entenderse como el componente subjetivo de la calidad de vida.