Como inicio de esta argumentación al respecto de la construcción social del trabajo, se puede atender a los rasgos definitorios que contextualizan al hombre actual, según la mirada de Hannah Arendt:

  1. Instrumentalización del mundo: confianza en los objetos y su fabricación.
  2. Principio de utilidad: toda motivación o problema ha de pasar por ese filtro como medida de validez.
  3. Soberanía: uso de la naturaleza y sus elementos a su gusto.
  4. Inteligencia aplicada a la ingeniosidad: encauzamiento de todo pensamiento para fabricar y producir, despreciando el pensamiento que no vaya en esa línea.
  5. Fabricar (Hacer): como principal actividad humana, específicamente, el trabajo.
  6. Dolor y placer: principios rectores del discurrir vital, evitación de uno y búsqueda del otro (este segundo es lo que se considera “felicidad”).
  7. Homogeneidad por Heterogeneidad: abandono de todo lo que indique individualidad en favor de asumir e incorporar un tipo funcional de conducta. 

Como se puede observar, la concepción sobre el Trabajo es la atmósfera que lo circunda, que envuelve a estos rasgos. El hecho que marca que el Trabajo constituye la organización pública del propio proceso de la vida descansa en la transformación de las comunidades en sociedades de trabajadores y empleados, donde estos desarrollan esta función, la de trabajar, desde la consideración de que esta es la forma y medio para mantener su propia vida y la de su familia (en caso de tenerla), nos apunta asimismo Arendt.

De esta forma, se puede expresar claramente la entronización del Trabajo por parte de cualquier Estado que se pretenda considerar serio y riguroso, por ello, todo empleo ha de ser cubierto, superando entonces cuestiones tan necesarias para el desempeño laboral como la vocación, esto es, desde esta premisa, actividades profesionales tan marcadas por la vocación, como pueden ser la docencia o la medicina, pasan a configurarse así como “huecos, sitios a los que ir a trabajar”. Así, todo ciudadano, en la configuración de su identidad, ha de trabajar, y para ello, las cuatro posibilidades a las que se somete, siguiendo la propuesta de Félix Talego, son:

1.- Formarse para trabajar.

2.- Trabajar efectivamente.

3.- Buscar trabajo.

4.- Demostrar que se está incapacitado para trabajar.

A su vez, esto se somete a una triple variable a partir de la que se estructura la actividad laboral:

1.- Trabajo productivo: el más importante ya que genera riqueza.

2.- Trabajo improductivo: lo necesario para que el anterior prospere y se desarrolle, aunque no genera por sí mismo riqueza.

3.- Trabajo reproductivo: asimilable al “trabajo de cuidados” de todo tipo.

En este sentido, en una sociedad donde el Trabajo ocupa el primer puesto de las actividades humanas, las personas son medios para un fin: se juzga a estas en tanto y en cuanto pueden producir. Asimismo, el “valor” de los productos resultantes se establecen a tenor de su exposición y medición públicas, esto es, en función de su estimación, solicitación o desprecio. Ha de igualarse en esta línea, el “valor” que se otorga a las diferentes actividades laborales de las personas en sociedad.

Desde esta clasificación, por tanto, lo importante es producir: es lo mismo hacer mantas, chupetes que bombas, no hay más valor ni riqueza que esa: desingularización de las cosas, cuantos más elementos producidos mejor. Producción en favor del crecentismo, sin importar el qué o para qué: por ejemplo, creación de miles de puestos de trabajo, pero en qué ámbito y en el para qué de esa creación. Todo pasa, pues, por un incremento constantemente acelerado en la productividad del Trabajo = crecimiento no natural de lo natural. Este hecho viene impulsado, como prueba fehaciente de la importancia social sobre el Trabajo, por la división del Trabajo, producto de la organización laboral. Esta especificidad tiene su punto favorable en cuanto a que nos ha encumbrado a la excelencia en nuestro desarrollo para el Trabajo (departamentos, secciones, delegaciones, personal técnico, secretarías … son muestra de ello); sin embargo, esta exquisita dedicación para hacer una, cada vez mejor y más eficiente, sociedad de trabajadores, ha provocado que se vayan descuidando otras capacidades del ser humano como la acción y el discurso como propugna Aristóteles en su visión sobre el hombre: este considera al hombre como un “animal político”, entre cuyas virtudes está la creación de comunidades con su herramienta más distinguidora y constructiva, esto es, la palabra.

En cuanto al uso de la palabra, al propio argumentario nacido de la reflexión (actividad propia de la Vita contemplativa en total devaluación desde el enfoque actual para el trabajo por su naturaleza no productiva), Arendt sentencia que Con palabra y acto nos insertamos en el mundo humano. Como consecuencia, a partir de lo establecido sobre la posición del Trabajo en el ideario colectivo-social, cabe hacerse la primera pregunta: 

1.- Para la temática que nos aborda y los colectivos destinatarios: ¿Cómo y cuál es esa palabra y ese acto en y para el mundo laboral?¿A qué realidad responden o a qué realidad se han de adaptar? Al respecto de los colectivos de Sísifo: ¿cuál es la palabra y acto en MVG (mujeres víctimas de violencia de género), AdJ (personas adultas jóvenes), REXS (personas en riesgo de exclusión social), MAM (mujeres adultas mayores)? La acción (acto) es lo que dota de fe, esperanza y posibilidades, y desde Sísifo, se capacita competencialmente y se orienta.

Paralelamente a la posición privilegiada del Trabajo a nivel social, se ha de apuntar el Mercado, o preferiblemente, la sacralización del Mercado, esto es, este ente como summum de índole equiparable al de una divinidad a cuyos mandatos se ha de plegar todo aquello (tanto objetos cualesquiera como personas) para poder formar parte de su campo gravitatorio. Como pruebas objetivas de este ascenso a tales rangos, valgan estos apuntes desde la perspectiva de Isidoro Moreno: 

  • Ha conseguido desplazar, en cuanto a su importancia, a los absolutos sociales imperantes: Religión y Estado.
  • Aquello cuanto no se integra en el Mercado, es decir, lo que no funciona como mercancía, con valor de cambio, está devaluado socialmente o no se percibe siquiera su existencia (“amas de casa”, jubilados, parados de larga duración…).
  • Sus valores fundamentales: competitividad, aumento continuo de la productividad, desregulación de las relaciones laborales, empleabilidad permanente (cuestiones anejas a la relevancia social del trabajo) vs visiones anteriores (el trabajo como medio de realización personal, creación de la conciencia colectiva, bien social).
  • Categoriza a lxs trabajadorxs en tres bloques: integrados (aquellxs que forman parte de ese sistema y participan activamente en él), precarixs (forman parte pero de forma intermitente o en malas condiciones), marginadxs (fuera del sistema).

Así, y en esa clara línea convergente entre Mercado y Trabajo, se ha de visibilizar el trasfondo que, a la visión de Isidoro Moreno, se presenta ante el concepto de Cultura de trabajo, esto es, esos axiomas o “verdades” desde los que se desempeña un trabajo/oficio/profesión o se comprende el funcionamiento del mundo laboral de forma integral, con su consecuente impronta en la construcción de la identidad, consumos o relaciones sociales, así como la afectación que de ello se derive en cuanto al Bienestar Emocional y/o Integral.

Es por ello por lo que se hace de imperiosa necesidad, ante esta perspectiva de la sacralización del Mercado y la impronta de la ideología del Trabajo, la creación de “identidades de resistencia”, para en el futuro poder aspirar a reconvertirlas en “identidades proyecto” encaminadas a la transformación de toda la estructura social, o dicho de otra forma, y así hacer una segunda parada:

2.-  Relevancia, importancia de un modelo o propuesta con un enfoque para el  Bienestar Emocional, propuesta que hace efectiva el proyecto Sísifo.

Fuentes:

  • La condición humana. Hannah Arendt
  • Globalización, ideologías sobre el trabajo y culturas del trabajo. Isidoro Moreno
  • Del mito del trabajo a la abolición del empleo. Félix Talego