“No se ha producido nunca, en ningún lugar del mundo occidental, en contra de lo que se afirma, un proceso profundo de secularización, es decir, de desacralización de la sociedad. Lo que sí ha ocurrido realmente es un proceso de laicismo, es decir de debilitamiento del papel de la religión, que ha sido desalojada de la centralidad del ámbito de lo sagrado y sustituida en esa centralidad por valores e ideologías laicas sacralizadas”. (Moreno, 2003)
Aquello que no se ajusta al funcionamiento del Mercado como sacro central en el panteón fragmentado de absolutos sociales, es decir, lo que no se comercializa ni tiene un valor de cambio, tiende a ser desvalorizado socialmente o incluso ignorado por completo. Esto se observa claramente en el trabajo realizado por las «amas de casa», que, a menudo, se menosprecia o se considera simplemente como trabajo reproductivo pero no productivo, a pesar de su enorme contribución al funcionamiento de la sociedad. Lo mismo ocurre con el trabajo que realizamos para nuestro propio beneficio, aunque tenga un alto valor uso. Además, esta misma lógica se aplica a grupos como los jubilados, los desempleados de larga duración y los jóvenes sin trabajo, quienes quedan marginados socialmente al no participar en el mercado laboral.
Sin embargo, en la sociedad contemporánea el trabajo no es simplemente una actividad económica, sino que el trabajo deviene en una de las componentes irreductibles desde las que se articula la identidad social de las personas.
Toda persona se posiciona socialmente respecto a un triple marco de referencia como la matriz social identitaria:
- relaciones de producción;
- relaciones de sexo-género;
- y relaciones interétnicas.
La sociedad asigna rasgos y categorías a las personas, generando expectativas que influyen en la forma en que las personas se perciben a sí mismas y son percibidas por los demás.
La identidad personal es también una construcción social que emerge en la interacción social.
Con todo ello la identidad social define al autoconcepto y al formar una parte tan amplia de nuestro autoconcepto, de forma inevitable, los grupos sociales impactan de manera decisiva en nuestra autoestima.
Moreno, I. [Isidoro]. (2003). La Trinidad sagrada de nuestro tiempo: mercado, estado y religión. Depósito de Investigación de la Universidad de Sevilla. https://idus.us.es/handle/11441/41966