Veníamos diciendo que lo sagrado estructura la sociedad y moviliza emocionalmente a los individuos hacia objetivos determinados que son percibidos como los centrales a conseguir y respecto a los que la vida cotidiana cobra un sentido. Es sagrado aquello que no se puede negar socialmente sin arriesgarse a ser excluido, y cualquier violación o duda, incluso a nivel mental (proceso cognitivo de la percepción y a la componente cognitiva de la emoción), constituye un sacrilegio.
Pero rescatemos el mapa conceptual que ya compartíamos en (I) para ilustrar esta idea:
Desde la perspectiva de los sagrados sociales, la construcción del bienestar emocional de los individuos está intrínsecamente ligada a la manera en que se perciben y se relacionan con las estructuras, valores y normas que la sociedad considera absolutos, y como consecuencias incuestionables e incontrovertibles. La fragmentación de los sagrados sociales incluye instituciones como la familia, el trabajo, la religión o el estado, así como ideologías y creencias arraigadas en la cultura dominante.
El sentido de pertenencia y la aceptación dentro de estas instituciones y creencias contribuyen a la sensación de seguridad emocional y estabilidad psicológica de los individuos. La internalización de los valores y normas sociales, y su conformidad con ellos, proporcionan una sensación de coherencia y significado en la vida de las personas, lo que se traduce en una mayor satisfacción y bienestar emocional.
Por otro lado, la ruptura o la falta de alineación con estos sagrados sociales pueden generar estrés, ansiedad y malestar emocional. La marginación o exclusión de ciertos grupos de la sociedad de estos sistemas sagrados puede llevar a sentimientos de desesperanza y desamparo. En resumen, la relación entre los sagrados sociales y el bienestar emocional de los individuos resaltan la importancia de la integración social y la conexión con las estructuras, valores y dinámicas fundamentales de la comunidad para promover la salud mental y el bienestar emocional.
En este proceso de construcción del bienestar emocional a través de los sagrados sociales, el autoconcepto y la autoestima juegan un papel crucial. La percepción que los individuos tienen de sí mismos, influenciada por su integración en las estructuras sociales y su conformidad con los valores dominantes, impacta directamente en su bienestar emocional. Un autoconcepto positivo, basado en una autoimagen ajustada y en la aceptación de uno mismo dentro de la sociedad, contribuye a una mayor satisfacción personal y emocional.
Por el contrario, un autoconcepto negativo, influenciado por la falta de integración o la discriminación dentro de los sagrados sociales, puede generar sentimientos de inseguridad, ansiedad y baja autoestima. En última instancia, el fortalecimiento del autoconcepto y la autoestima, en armonía con los sagrados sociales, promueve un mayor equilibrio emocional y bienestar general en los individuos.