La revisión profunda de la Escuela es imperante, necesaria y emergente. Dado este entorno en el que habitamos, entorno VUCA para los expertos (por sus siglas en inglés Volatility (V), Uncertatinty (U), Complexity (C) y Ambiguity (A), el cual, avanza de forma tan vertiginosa que ha cambiado su nomenclatura por BANI (Brittle, Anxious, Non-linear e Incomprehensible), a lo que se le suma la visión de Zigmunt Bauman sobre esta «modernidad líquida» donde todo cambia y nada permanece: ¿a qué se está dedicando la Escuela?¿Hacia dónde tiene puesta las miras y el foco?
De progresiva incorporación (en el mejor de los casos) están siendo las que se conocen como Metodologías activas, aquellas que dan un mayor papel protagonista al alumnado, esas que dan voz a sus inquietudes y provocan la investigación y el trabajo en colaboración. Pero no. Ese no es el mejor recurso de la Escuela.
En paralelo, soportes digitales también tienen su sitio en lo académico: ordenadores portátiles, aulas equipadas con tecnologías audiovisuales, incluso la llegada de la realidad virtual. Pero no. Ese no es el mejor recurso de la Escuela.
Asimismo, las editoriales de libros de texto se actualizan, hacen conjunción de esas metodologías y los recursos digitales, proponen otras formas de hacer en el aula y facilitan todo tipo de materiales. Pero no. Ese no es el mejor recurso de la Escuela.
¿Entonces?
Lo importante es la persona. El/la docente con una base fundamentada en el Bienestar Emocional que siente, respira, comprende la vida de su aula y ES con ella. Desde esa mirada, siembra, acompaña, guía y usa todas las opciones posibles. La reflexión sobre nuestra práctica de aula ha de ir unida, aparejada de forma indisoluble a la de la interioridad de la propia persona: toda trasformación es desde dentro hacia afuera. De esta forma, se puede salvar la repetición de un modelo, la autoimposición “porque es la moda”, darle continuidad a algo en lo que no se cree realmente, derrochar energía, perder perspectiva y foco.
Este proceso ayudará a la persona a descubrir su camino, a tomar conciencia de cuál es su papel, a dar lugar a que su Ser, sin más ingredientes, forme parte del aula, de sus relaciones, de su Vida, ya que Ser y Hacer se complementan mutuamente. Es entonces, desde la comprensión global, donde toma sentido el camino decidido: ayudar a desaprender, ayudar a aprender, acompañar, guiar, asesorar… teniendo cabida desde la más clásica y arcaica visión tradicional hasta la práctica desde proyectos de trabajo o aprendizaje cooperativo: son recursos, que se pueden aprender o incluir incomparables al docente con equipamiento emocional.